Muchas personas se burlan de la protección de la vida privada. En cambio, reclaman el derecho a mostrar y a exhibir su intimidad. Puede sorprender, pero si se reflexiona al respecto, un conjunto de señales y de síntomas ya anunciaban desde hace algún tiempo la ineluctable llegada de este tipo de comportamiento que mezcla inextricablemente voyeurismo y exhibicionismo, vigilancia y sumisión.
Su lejana matriz se encuentra quizás en una célebre película de Alfred Hitchcock, Rear Window (La ventana indiscreta, 1954), en la que un reportero gráfico (James Stewart), convaleciente en su casa con una pierna escayolada, observa por ociosidad el comportamiento de sus vecinos de enfrente. En un diálogo con François Truffaut, Hitchcock explicaba: “Sí, el personaje era un voyeur, pero ¿no somos todos voyeurs?”. Truffaut lo admitía: “Todos somos voyeurs, aunque sólo sea cuando vemos una película intimista. Además, James Stewart, desde su ventana, se encuentra en la situación de (...)