Cuba ha sufrido desde siempre infiltrados, ataques y sabotajes organizados desde Miami. Éstos provocaron cerca de 3.400 muertos (el equivalente a la cantidad de víctimas estadounidenses del 11 de septiembre de 2001), más de 2.000 heridos e hicieron daños incalculables a la economía. Cuando, a principios de los años 1990, se hunde y luego desaparece la Unión Soviética, al exilio radical le crecen las alas. Durante los congresos de 1992 y 1993, la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) establece una estructura clandestina. Ésta pronto dispone de un helicóptero, diez aviones ligeros no tripulados, siete embarcaciones y explosivos para llevar adelante atentados en Cuba. En América Central, Luis Posada Carriles sirve de relevo.
La Habana sigue atentamente el curso de los acontecimientos. Y dispone de información muy precisa. Entre sus numerosos agentes regularmente infiltrados en los grupos anticastristas violentos, cinco se distinguen por la calidad de la información que consiguen y transmiten: Gerardo (...)