“Aquí es igual que en Cuba, ¡pero con comida!” El sol ya se ha puesto en Miami y da la sensación de que se está en La Habana: en febrero todavía hace veinte grados de temperatura. Aquí y allá, entre los rascacielos, se alzan las palmeras. La gran M amarilla de un McDonald’s se recorta contra el cielo, no muy lejos de aquí. Con una mirada, el cubano muestra los escaparates repletos de electrodomésticos, muebles, ropa, televisores de última generación. Arriesga un cálculo (bastante sencillo, a fin de cuentas): “Suficiente para proveer a la población de Cuba durante un siglo”.
Los negocios bajan la persiana metálica. Los puestos latinos de comida rápida dejan oír sus últimos compases de salsa. El downtown Miami –el centro de la ciudad, que está ubicado… en el extremo este– se vacía de sus empresarios, secretarias y empleados. Con la credencial de la empresa aún colgada del (...)