Recientemente, las conmemoraciones del cincuenta aniversario de Mayo del 68 han puesto de relieve una vez más la fuerza que puede desplegar el cartel serigrafiado, ejecutado de forma rápida y con medios simples, como se hacía en el atelier populaire (“taller popular”) de la ocupada Escuela de Bellas Artes de París. Los carteles pegados en las calles, enarbolados, reproducidos en las octavillas, suponían un retorno a antiguas formas de expresión gráfica, provenientes del grabado sobre madera y caracterizadas por los contrastes entre blanco y negro o por la mancha uniforme de color, por la brutalidad y simplicidad del trazo y la relación figura-fondo. Esta imaginería política, en gran parte olvidada, pero a veces recuperada hoy como estética decorativa (postales, logotipos, motivos publicitarios), tiene una larga historia, que podemos hacer ir desde Hans Holbein el Joven y Jacques Callot hasta Francisco de Goya y Gustave Courbet. Pero floreció sobre todo a (...)