“¡Mujer, vida, libertad!”, “¡No dejaremos que nos ninguneen más!”, “¡Muerte al dictador!”… Estas consignas escuchadas en las calles de Teherán y en más de ochenta ciudades del país resumen la determinación de las manifestantes, pero también de los manifestantes, decididos a plantar cara al poder. Todo comenzó el 13 de septiembre. Ese día, los agentes de la Policía de la Moral (Gasht-e Ershad) detienen a una joven de veintidós años de origen kurdo, Mahsa Amini, por un velo que consideran mal ajustado. Una recriminación habitual que sufren diariamente miles de mujeres iraníes. Mahsa Amini fallece tres días después en el hospital al que ha sido trasladada en coma y su funeral en su ciudad natal de Saghez, en el Kurdistán iraní, es seguido de una explosión de ira que se propaga por todo el país.
En todas partes, el muro del miedo cede y las mujeres asumen riesgos considerables desafiando al (...)