La fórmula se ha reiterado con excesiva frecuencia: “El estallido de Yugoslavia empezó en Kosovo y terminará en Kosovo”. No hay duda de que Slobodan Milosevic utilizó ampliamente el problema de Kosovo para su ascenso político, en los años ochenta. Según una metáfora muy en boga en determinados círculos diplomáticos, la independencia de Kosovo representa “la colocación de la última pieza del rompecabezas balcánico”. Esta independencia debería entonces cerrar la era de las fracturas y divisiones. Sin embargo, nada hay menos seguro que eso.
La independencia de Kosovo significaría una ruptura con la lógica que orientó la disolución de la URSS y de Yugoslavia, al prever la posibilidad del acceso a la independencia de las repúblicas federadas (que era el caso, por ejemplo, de Montenegro), pero no de las provincias, repúblicas y otras entidades simplemente autónomas (como Kosovo, pero también, en el Cáucaso, Chechenia o Abjasia). Esta independencia constituiría entonces un (...)