Durante los dieciséis años que siguieron a la llegada al poder de Hugo Chávez, en 1999, la revolución bolivariana creó las condiciones de su propia puesta a prueba, desde abajo, a través de la promoción del “poder popular”. Esa movilización no fue un invento del Estado chavista. Éste le reconoció un lugar que pasó a ser significativo de forma progresiva. Aparecieron en primer plano nuevos ciudadanos: tienen la piel oscura, como Chávez; son pobres y viven en los barrios populares. Aunque el chavismo no logró llevar a cabo las transformaciones estructurales necesarias en un Estado rentista, su legado histórico podría ser el de haber elevado a ese sector de la población al rango de categoría social central de la vida política.
El Estado chavista no reformó las instituciones existentes: produjo algunas nuevas, paralelas, que se toman en serio el ideal de democracia participativa. Por ejemplo, desde su creación en 2002, los (...)