Desde su regreso al poder en 2010, Viktor Orbán ha recorrido la periferia de la Unión Europea para mantener viva la llama de la rebeldía ante Bruselas. Con sus frecuentes apelaciones a “nosotros, los centroeuropeos”, exhorta a las poblaciones de las antiguas “democracias populares” a reivindicar su hecho diferencial y a no dejar que les digan cómo actuar. El primer ministro húngaro también lleva más de una década proponiendo una diplomacia de “apertura hacia el Este” dirigida a reducir la fuerte dependencia económica del Oeste, pero también a “deshacerse de los dogmas y las ideologías en vigor en Europa occidental” o, dicho de otro modo, de la democracia liberal.
El prolongado desinterés de Estados Unidos por Europa central fue todo un golpe de suerte para Viktor Orbán, que ve en los “rivales” de aquel –China y Rusia– modelos estatales para hacer de Hungría un país más competitivo en un contexto de (...)