Dieciocho meses después de la reelección de Emmanuel Macron, dos circunstancias que caracterizaron los comicios presidenciales y legislativos se han visto confirmadas: que el partido en el poder sigue siendo muy impopular y que la extrema derecha continúa en ascenso. Simultáneamente, se ha disuelto de forma duradera una ilusión que muchos compartían el año pasado: lejos de volver a estar unida y ser poderosa, la izquierda francesa aún es débil y carece de perspectivas, lo que, por regla general, la lleva a fragmentarse todavía un poco más.
El mortífero ataque de Hamás contra Israel y los bombardeos indiscriminados del Ejército israelí (que, entre ambos, dejaron 4000 muertos en la primera semana) han hecho que la división resurja de forma dramática y puede que irreversible. Esta nueva etapa del conflicto en Oriente Próximo, caracterizada por un encadenamiento de crímenes de guerra cuyas imágenes se ponen a circular de manera instantánea, ha transformado (...)