Con la democracia sucede como con las ranas: una rana arrojada a un barreño de agua hirviendo sale de allí de un salto; la misma rana, sumergida en un baño de agua fría bajo el cual arde un fuego, se deja cocer inconscientemente. Múltiples fenómenos se conjugan para “cocer” de manera insidiosa las democracias, contrariamente al efecto que produce un golpe de Estado con sus militares y sus detenciones de opositores y con una marcha militar de fondo que se repite una y otra vez en la radio. Al igual que el inocente burbujeo del agua hirviendo, los daños que se producen sólo aparecen como una yuxtaposición sin ribetes dramáticos. Los combustibles que alimentan el fuego bajo la marmita ya han sido abundantemente descritos por todas partes. En cambio, casi no nos hemos detenido en el papel que juega la invasión del espacio social por parte de las emociones. Los (...)
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La estrategia del recurso a las emociones
Desde los programas de entretenimiento hasta la actualidad mediática, pasando por los discursos políticos, el recurso a las emociones se ha convertido en una de las figuras obligadas de la vida pública. Aunque las emociones, positivas o negativas, enriquecen la existencia, esta forma de expresión puede plantear desafíos temibles a la democracia cuando se hace invasora y tiende a reemplazar al análisis.
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