La capacidad transgresora mostrada por el Movimiento del 15 de Mayo (15-M), ya sea en la lucha por el cambio de marco discursivo dominante sobre la crisis (“No es una crisis, es una estafa”), en la resignificación de las plazas como espacios de deliberación democrática y decisión política o en la práctica de formas de desobediencia civil no violenta, le ha permitido alcanzar una legitimación social notable durante todo este tiempo. Una encuesta reciente así lo corroboraba constatando que el 68% de la población expresaba su simpatía con este movimiento, pese a los intentos de criminalización que ha sufrido en distintos momentos por parte de las autoridades y la extrema derecha mediática.
Con todo, lo más relevante ha sido el “efecto contagio” que el 15-M ha ido generando en otros sectores, organizaciones y movimientos sociales y culturales, siendo el mejor ejemplo de ello la sucesión de diferentes “mareas” (verde, blanca, azul, (...)