El 23 de enero de 2012, el presidente sursudanés Salva Kiir anunciaba ante el Parlamento que el Consejo de Ministros había “decidido por unanimidad interrumpir inmediatamente toda la actividad petrolera en Sudán del Sur y suspender la circulación del petróleo crudo del país con destino a la República de Sudán”. Esta medida respondía a la confiscación por parte de Jartum de una parte de la producción sursudanesa, y llevaba a un punto culminante el conflicto entre ambos Estados sobre la distribución de los ingresos de los hidrocarburos.
El petróleo es vital para la joven República, independiente desde julio de 2011: representa el 98% de los ingresos de su Administración. En estas circunstancias, la suspensión prolongada de la producción amenaza con un derrumbe de las ya debilitadas estructuras estatales, asestando el golpe de gracia a las esperanzas de estabilización de la región tras décadas de guerra civil.
El 9 de julio de 2011, (...)