Durante la Guerra Fría estuvo ampliamente extendida la percepción de los países nórdicos como un modelo de sociedad ilustrada y antimilitarista, amante de la justicia social y moralmente superior a los dos polos opuestos de la modernidad: Estados Unidos y la Unión Soviética. Las más celebradas encarnaciones de este modelo fueron durante mucho tiempo dos países: Suecia y Finlandia.
Una larga historia vincula a ambos países. La pertenencia de Finlandia al reino sueco se prolongó durante siglos. Más adelante, llegaron las guerras napoleónicas, durante las cuales Suecia tuvo que ceder su provincia finlandesa a Rusia. Desde 1814 logró, a fuerza de perseverancia, mantenerse al margen de las guerras o proclamarse neutra, como en la guerra de los Ducados de 1864.
Finlandia ha tenido una historia menos pacífica. La Revolución rusa no solo le procuró la independencia, sino también una guerra civil que, en 1918, desgarró el país entre “rojos” (socialdemócratas) y “blancos” (...)