Los estadounidenses –responsables políticos, expertos regionales, funcionarios de la administración, periodistas– emiten, contra el islam y los árabes, acusaciones que se repiten como un refrán. A ese coro ahora casi unánime se ha sumado la autoridad del informe del Programa de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo, según el cual los árabes se encuentran a la zaga del mundo entero en materia de democracia, de conocimientos y de derechos de las mujeres. Todos afirman (evidentemente no sin alguna justificación) que el islam debe ser reformado y que el sistema de enseñanza árabe es un desastre.
Los únicos árabes buenos son los que van a los medios de comunicación a desprestigiar sin matices la cultura y la sociedad árabe moderna. Nos falta democracia, dicen, no hemos desafiado suficientemente al islam, debemos hacer más para apartar el fantasma del nacionalismo y el credo de la unidad árabes: todo eso no es más que (...)