Hace mucho que las discusiones políticas no eran tan atrevidas, tan abiertas en Siria. Se habla de todo. En primer lugar, de la invasión estadounidense a Irak, de la naturaleza de la resistencia en ese país, y de la democracia prometida después de la caída de Sadam Husein, que naufraga en los meandros étnicos y religiosos. “Queremos mayores derechos políticos, más libertad, verdaderas reformas, pero no la inestabilidad constructiva estadounidense (ver artículo de W. Charara, página 10). Para que haya democracia debe haber un Estado, pero un Estado que no esté ni bajo la tutela de un poder corrupto ni de los tanques estadounidenses”, reclaman en substancia los sirios. El ambiente se ha enrarecido, sobre todo tras la ruptura de la alianza con Francia y la retirada forzada de las tropas sirias del Líbano.
Viene entonces a la memoria la fundación de la nación, de la construcción del país (...)