La competencia por los Juegos Olímpicos de 2012 es una cabal ilustración del actual lema de la globalización neoliberal: el mundo es una mercancía y el olimpismo, con sus cinco anillos, su logo comercial. La ciudad de París se ha lanzado a la carrera organizando una operación de marketing político sin precedentes. Cualquiera que sea el resultado de la votación, la candidatura francesa ya ha provocado numerosas protestas, a pesar del bombardeo publicitario impulsado por el ayuntamiento de París, el gobierno y el Comité Nacional Olímpico y Deportivo Francés (CNOSF), que no ha hecho sino recordar la insistente propaganda del Estado a favor del Tratado Constitucional Europeo.
Toda Francia reunida alrededor de los Juegos, esta consigna de la unión sagrada firmada por los presidentes de los cuatro grandes grupos parlamentarios -UMP, Partido Socialista, UDF y Partido Comunista- marcaba la tónica de la embestida organizada como una campaña unanimista de movilización patriótica, (...)