El término “descubrimiento” de América puede ser considerado propio de un vocabulario eurocéntrico despreciativo, que niega la existencia de las grandes culturas indígenas anteriores. Sin embargo, se lo ve de manera diferente si se considera que los europeos no las conocían previamente, y que sólo un exceso de amor propio puede atribuirle a esa palabra un sentido peyorativo. En cambio, es lamentable que se la siga utilizando cuando las mentes europeas más eminentes de esa época manifestaron su admiración por lo que se había hallado en el Nuevo Continente.
Sería más justo hablar del “encuentro de dos mundos”, y que se reconozcan y se lamenten las atrocidades cometidas por los dominadores. Reconocimiento que debería estar acompañado del examen de las consecuencias positivas, al cabo del tiempo, de la conquista hispánica. (…) Si la leyenda negra fuera una verdad absoluta, los descendientes de los indígenas sometidos deberían conservar un resentimiento atávico contra (...)