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Otra Europa es posible

Elecciones europeas en las que se hablará de Europa

por Bernard Cassen, octubre de 2018

Habrán tenido que pasar cuarenta años para que, en una campaña para las elecciones al Parlamento Europeo (PE), los problemas europeos estén al menos tan presentes como los nacionales. Esta es la novedad de la convocatoria electoral que tendrá lugar el 26 de mayo de 2019 en todos los países de la Unión Europea (UE). El hecho de que el PE fuera elegido por sufragio universal desde 1979 no había bastado para darle ipso facto una verdadera legitimidad política. Además, en la medida en que las elecciones se organizan en el marco nacional, la composición de esta asamblea no es sino la suma de los resultados de tantas elecciones como Estados miembros hay en la UE. En semejantes condiciones, las elecciones del PE han servido sobre todo para medir la correlación de fuerzas internas de cada país, aunque, formalmente, las principales familias políticas nacionales se dotaran de un programa transnacional común. La elección, el año que viene, de los nuevos eurodiputados romperá con esta lógica. Sin duda, la política interior todavía orientará el voto, hasta el punto de servir, en algunos casos, como el de Francia, de plebiscito a favor o en contra de los gobiernos en el poder. Pero los asuntos de alcance europeo, interrelacionados en diverso grado con los asuntos nacionales, dominarán los debates electorales en la UE.

Esta mayor relevancia de la “cuestión europea” en las políticas nacionales no hace sino reflejar la creciente toma de conciencia por parte de la opinión pública de una evidencia: en gran número de ámbitos, las políticas de cada país son solo variaciones de decisiones adoptadas a nivel comunitario, en la mayoría de los casos sin el control de los parlamentarios de los Estados miembros.

Aunque no tiene todas las prerrogativas de un auténtico parlamento, puesto que no cuenta con derecho de iniciativa legislativa (del que la Comisión Europea conserva el monopolio), el Parlamento Europeo se ha convertido en un espacio de poder a tener en cuenta desde que el Tratado de Lisboa ampliara notablemente sus competencias. Esta es la primera razón por la que la cita electoral de mayo de 2019 suscita ya un interés inédito. La segunda razón es la necesidad de respuestas y, por lo tanto, de debates e información, en un contexto europeo e internacional percibido como altamente ansiogénico: terrorismo, cambio climático, flujos migratorios, desempleo, avance electoral de movimientos nacionalistas xenófobos y racistas. Por no hablar de los cambios geopolíticos, en particular de la aparición de un conflictivo condominio planetario China-Estados Unidos.

Con el escenario así dispuesto, la cuestión es saber qué asuntos van a intentar imponer los representantes políticos para orientar los debates a su favor. Para conseguirlo, van, no solo a autodefinirse de manera positiva, sino también a señalar a sus adversarios, para situar a los electores ante una “elección” de la que derivarán todas las políticas públicas de Europa. Para la extrema derecha y una parte de la derecha, que se dice “patriota” frente a los partidarios de la globalización, la “madre de todas las batallas” es la inmigración. Por su parte, Emmanuel Macron (el pretendido “progresista”), y el primer ministro húngaro, Viktor Orban (el “nacionalista”), están de acuerdo en reconocer en el otro a su adversario principal.

La función de estas etiquetas también es ocultar otra alternativa: o se continúa la política neoliberal actual, o se rompe radicalmente con esta para abrir un proceso al frente del cual figuren imperativos sociales y ecológicos. No es una misión imposible si las fuerzas que comparten estos objetivos logran aliarse.
© Le Monde diplomatique en español

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Bernard Cassen