Con pavoroso ritmo la tierra se ha ido cubriendo con un manto de sangre, asfalto y cemento, con atmósferas tóxicas y millones de ruidos, con armamentos de poder destructivo inconcebible y omnipresentes cámaras de vigilancia, con hambre y despilfarro, angustia y desesperación, un decorado de espanto impuesto por la dinámica siniestra de los egoísmos desbordados. Este curso depredador y suicida ha sido instaurado anestesiando la capacidad de pensar y resistir de miles de millones de seres humanos, desde los más pequeños con los videojuegos, hasta los mayores con la televisión existente. El peor sistema para todos ha triunfado inoculando masivamente la idea de que no existe otro camino.
En este escenario tenebroso, la pluma implacable de El Roto detona las formas impuestas de percepción que contemplan como normal lo demencial, y nos revela una a una las diversas facetas del absurdo y de la farsa, hoy globalizadas. Por esto, su obra (...)