Muchas veces, una conmemoración constituye una relectura del pasado en función de los interrogantes del presente. La evocación de 1968 no escapa a esta regla. Bajo la referencia “1968” se agrupa un repertorio de agitaciones sensiblemente heterogéneo –manifestaciones, ocupaciones de edificios, marchas, secuestros, enfrentamientos con las fuerzas del orden– que, vistas en retrospectiva, la idea de contracultura logró amalgamar.
Según el caso, la agitación duró o no, se encendió o decayó por sí misma, o bien, se amplificó al punto de cuestionar a los equipos de gobierno, como sucedió en Checoslovaquia. Los movimientos de protesta se diferenciaron también por su configuración social. Según los lugares y momentos, movilizaron a obreros, estudiantes, campesinos o artistas; se acotaron, como en el caso de Italia, a algunas universidades; se diseminaron por las calles de las capitales, como en Berlín o Ciudad de México; o se propagaron por muchos lugares, desde la gran ciudad hastas (...)