- RENÉ MAGRITTE. – El principio del placer, 1937
Su rostro no aparece en ningún cuadro, grabado o libro de historia. Nadie es testigo de sus derrotas, pocos son los que presencian sus victorias. Francia, entre todos los archivos del siglo, solo conserva una fotografía suya. Su existencia no interesa ni al poeta, ni al biógrafo, ni al académico. Nadie envuelve en leyenda su discreción ni en grandeza su enfermedad. Su casa no es un museo, sus máquinas apenas se exponen, el instituto donde hizo sus primeros experimentos no lleva su nombre. Toda su vida, este guerrero triste está solo frente a sí mismo y a pesar de esa soledad, que podría tener el temple y lustre de los genios en la sombra, su destino no es siquiera el de un héroe caído; no pertenece a esa raza (...)