En las últimas décadas se ha impuesto una fábula que ha logrado embaucar a un gran sector del pensamiento político y filosófico. Propagada a partir de 1968, pretendía hacer creer que habíamos ingresado en la era del “tiempo libre”, de la “permisividad” y de la “flexibilidad” de las estructuras sociales, es decir, de la sociedad del ocio y del individualismo. Ese cuento, teorizado con el nombre de sociedad postindustrial, influyó y fragilizó notablemente la filosofía “posmoderna”. Además, inspiró ampliamente a los socialdemócratas, que pretendían que habíamos pasado de la época de las masas trabajadoras y consumidoras de la era industrial al tiempo de las clases medias, y que el proletariado estaba en vías de desaparición.
No sólo este último sector sigue siendo muy importante, como lo prueban las cifras, sino que incluso ha crecido, ya que los empleados se han visto en gran medida proletarizados (sometidos a un dispositivo de maquinarias (...)