Claude Julien, responsable durante dieciocho años –de enero de 1973 a diciembre de 1990– de Le Monde Diplomatique (primero como redactor jefe y más tarde como director), falleció el jueves 5 de mayo de 2005, a los 90 años, en su casa de Bughet-Haut, en Sauvaterre-la Lemance (Lot-et-Garonne).
Personalidad excepcional por sus poderosas convicciones, su singular talento y su vasta cultura, Claude Julien marcó la historia de Le monde Diplomatique. Ejerció una influencia decisiva sobre distintas generaciones de periodistas que admiraron en su persona la fuerza de su carácter, la calidad de su pluma, la firmeza de sus ideas, la generosidad de su compromiso, así como la pasión en su lucha a favor de un periodismo irreverente y de un mundo más justo, más pacífico, con menos desigualdades y más solidario.
Nuestro periódico le debe todo lo que ha conformado su identidad: su línea editorial, a la que nos hemos mantenido fieles; su doctrina periodística elaborada con exigencia, imaginación, rigor y precisión; su ética de austeridad y de modestia; y sus ideas principales de rechazo de toda hegemonía geopolítica, de todo dogma económico que reforzaría el poder del dinero, o de la pretensión de una cultura, sea cual fuere, que se impusiera en el mundo.
Junto con la complicidad de Micheline Paunet, desde enero de 1973, cuanto asumió la responsabilidad del periódico, efectuó una reestructuración. Cambió el logo y la configuración de la página, cambió completamente las rúbricas, aumentó el contenido a campos como la economía, la sociedad, la cultura, las ideas, El cine, etc. Demostró su creatividad en la elección de temas, tono, estilo e ilustración. Aumentó el número de páginas dedicadas a los nuevos países independientes del Sur. Innovó en lo referente a dossieres y reportajes. Introdujo en las páginas grandes firmas de personalidades internacionales. Abrió la ventana a un aire fresco y original al recurrir a jóvenes y talentosos colaboradores. Instauró, de hecho, una autonomía en la redacción de la publicación mensual en comparación con Le Monde. La difusión aumentó de forma notoria. Par el equipo de Le Monde Diplomatique, su fallecimiento representa una inmensa pérdida. Nos enseñó –como leeremos en este texto– un aspecto fundamental en esta época de deformación mediática: el deber de la irreverencia. -Ignacio Ramonet