La globalización financiera se construye sobre la competencia de los trabajadores a escala planetaria. La extorsión con el mantenimiento del empleo se utiliza constantemente para impedir todo debate público sobre las decisiones de producción y sus consecuencias sobre la salud de los trabajadores. Así, detrás de la controversia sobre los organismos genéticamente modificados (OGM), se perfila la destrucción de toda forma de agricultura carente de un modo de producción agroindustrial que, mediante el uso incontrolado de agrotóxicos, expone a los trabajadores agrícolas a graves riesgos de intoxicación, infertilidad y cáncer.
Detrás del discurso sobre el futuro energético del planeta se impone el poder del lobby nuclear, que prohíbe todo cuestionamiento a una organización productiva que condena a sufrir los efectos cancerígenos, mutágenos y teratógenos de la radiactividad, no sólo a todos aquellos que padecen las consecuencias de Chernobyl y a sus descendientes, sino también a los trabajadores que realizan –en condiciones (...)