Un ministerio de la inmigración, de la integración, de la identidad nacional y del co-desarrollo… Pero, ¿por qué Francia, antigua y gran nación, tendría necesidad de señalar, como un problema gravísimo, las relaciones entre flujos de extranjeros (que han conformado este país desde hace siglos) y su identidad? ¿Por qué esta primicia?
La “dulce Francia”, cuyas armoniosas formas –según nos dicen– fueron amorosamente esculpidas por una larga sucesión de reyes, había estado siempre habitada por poblaciones muy homogéneas. Sólo quedaba “formar” ciudadanos franceses. Fue el trabajo que se inició en 1789. El nacimiento de ese ciudadano se extendió hasta 1870, con la Comuna de París, fecha después de la cual ya no hubo más persecuciones de “beduinos” (obreros) en los muelles del Sena, como siguió habiéndolas en Argelia. Aprender la lengua y la historia oficial, olvidar las violencias, comulgar con los mismos grandes hombres y los mismos valores, y pagar el (...)