“La utilización de las autopistas es en principio gratuita”. Decorada con esta hermosa proclama, la ley de 1955 sobre las autopistas instauró de hecho la regla del peaje. Ese texto restauró uno de los derechos feudales abolidos por la Revolución francesa, y creó un sistema que mezcla inversiones públicas y beneficios privados. Recurrir a las sociedades mixtas concesionarias de autopistas (Semca) financiadas por el peaje, sólo estaba previsto en un principio para “casos excepcionales”, pero rápidamente pasó a ser la norma, en nombre de la “recuperación”. Por entonces, mediados de la década de 1950, Alemania ya tenía más de tres mil kilómetros de autopistas, e Italia más de quinientos. Francia poseía apenas ochenta kilómetros.
Las justificaciones económicas, sociales, y por último ambientales, del sistema de peaje, siguen siendo poco sólidas. Grandes países como Estados Unidos, el Reino Unido o Alemania, desarrollaron rápidamente densas redes de autopistas, y gratuitas. El financiamiento directo (...)