El final del verano ha conocido una efervescencia diplomática poco común, tanto más llamativa cuanto que los países anfitriones de los grandes eventos, Sudáfrica y la India, no pertenecen al mundo occidental. En efecto, el 24 de agosto concluía en Johannesburgo la cumbre de los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) y unos días más tarde, el 10 de septiembre en Nueva Delhi, los cinco países volvían a encontrarse en la un poco más occidentalizada cumbre del G20. No pasaba de ser una casualidad del calendario, pero esta proximidad temporal ha vuelto todavía más evidente la diferencia entre ambas instancias, como una imagen en miniatura de los actuales avatares del mundo.
La primera cumbre se daba por moribunda antes de empezar, o por lo menos aquejada de parálisis por las disensiones entre la India y China. Acabó mostrando su vitalidad con la incorporación de seis nuevos miembros. (...)