Una empresa española que tuviera que pagar un contrato a una empresa francesa debería dirigirse al Banco Central Europeo (BCE) –a su red de sedes o a los bancos comunes que actuarían en su nombre en la función de cambio– para transformar allí sus europesetas en eurofrancos según el tipo de cambio fijo vigente.
En cambio, una empresa estadounidense que tuviera que pagar una compra en Francia debería empezar por comprar euros con dólares en los mercados cambiarios externos y según el tipo de cambio (variable) de ese momento, luego se presentaría en el BCE para cambiar sus euros por eurofrancos (al tipo fijo euro/eurofranco).
Pero si el eurofranco se devaluara un 5% respecto del euro, seguiríamos en la misma: ipso facto se devaluaría un 5% respecto de los demás euros X y respecto del dólar. A una empresa francesa le costaría un 5% más de eurofrancos al cambio del (...)