Más de mil millones de habitantes. Veintiocho estados y siete territorios. Dieciocho idiomas oficiales, varias religiones, diversas comunidades y etnias que cohabitan, un centenar de tribus, múltiples tradiciones y culturas, un panorama social extremadamente jerarquizado. El viajero que desembarca en la India se marea enseguida.
Viajando en tren, donde se puede conversar durante horas, basta conocer el nombre del interlocutor para saber de quién se trata: si es hindú o no; a qué casta o comunidad pertenece; cuál es su religión, y eventualmente su nivel de educación. El nombre tiene tanta importancia, que los diarios publican cada día anuncios de personas que han cambiado oficialmente el suyo por razones religiosas o sociales. Asimismo, basta consultar los anuncios matrimoniales para constatar las múltiples identidades de un futuro cónyuge: ingeniero, de piel clara, 1 metro 80, familia del sur de Delhi, miembro de tal o cual club, jaina, no fumador...
Muchos quisieran reducir a (...)