Ese día de enero, todos los libaneses, clavados frente a las pantallas de sus televisores, seguían las escenas dignas de una película de espionaje que difundía el canal Al-Jadid. No se veían imágenes en movimiento: sólo las siluetas de los protagonistas de una reunión secreta y sus voces lejanas, inaudibles. La grabación se había realizado clandestinamente; los subtítulos se agregaron para que los telespectadores comprendieran cada palabra pronunciada. Saad Hariri conversaba con Mohammed Al-Saddik, un ex oficial de los servicios de inteligencia sirios.
El hombre desempeñó un papel clave durante los primeros meses de la investigación internacional que siguió al asesinato, el 14 de febrero de 2005, del ex Primer Ministro Rafic Hariri, padre de Saad; asesinato en el que todas las sospechas recayeron inmediatamente sobre Damasco. Al-Saddik contaba entonces en detalle las reuniones clandestinas de altos dirigentes sirios que planeaban el atentado, daba nombres, describía lugares, precisaba información. Sobre la (...)