En el siglo XVI, después de fundar Buenos Aires como cabecera de lo que más tarde sería el modesto Virreinato del Río de la Plata, los conquistadores españoles, empujados por el hambre y la ambición de riquezas, remontaron la Cuenca del Plata, ascendiendo por las aguas turbulentas y verdes del río Paraná. Buscaban oro y plata, pero en cambio se encontraron con los guaraníes, los indígenas que llevaban siglos habitando en la zona y cuya dieta estaba protagonizada por una extraña bebida elaborada a partir de una yerba que secaban, cortaban y molían, para luego infusionar con agua y beber, a través de un canuto o bombilla, de una calabaza seca, a la que llamaban “mati” (la palabra “mate” refiere tanto a la bebida como al cuenco en el que se pone la yerba). Los efectos de esta bebida amarga eran múltiples: antioxidantes, purificadores del agua, reguladores del colesterol y (...)
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Ritual nacional y factor de transmisión de la covid-19
Argentina se resiste a dejar de compartir el mate
La covid-19 no solo mata, sino que también transforma la vida cotidiana. La debilidad de las capacidades hospitalarias en tiempos de pandemia ha impuesto un cambio de hábitos. En Argentina, el día a día se organiza en torno a la ingesta en compañía –en familia, en el trabajo, con los amigos– de una infusión, el mate, en un ritual que la enfermedad amenaza con erradicar… temporalmente.
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