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40 voces por las sublevaciones de la tierra

por Jordi Climent Botella y Tariq Baig Vila, agosto de 2024

Somos la naturaleza defendiéndose. Este es el grito que recorre las páginas de esta obra que tenemos la suerte de sostener entre las manos. 40 voces por las sublevaciones de la tierra. Abecedario para desarmar el colapso ecosocial es una pequeña joya editada por Virus Editorial formada por diversos textos que reflejan un ecologismo transversal, un ecologismo plenamente radical (perteneciente o relativo a la raíz), que se ha hecho más fuerte en su pluralidad y que ha sabido sacar partido de su diversidad para plantar cara al aparato represor del Estado y del capital. Un ecologismo social que, en la línea de lo que planteaba Murray Bookchin, encuentra su unidad en la diversidad. Un ecosistema será más resiliente cuanto mayor sea la diversidad que albergue. Y esto es lo que encontramos en estas páginas. Un ecologismo donde las diferencias no suman, sino que multiplican, nos enriquecen y nos hacen más fuertes.

En este libro encontramos una heterogeneidad de relatos que van desde el crudo testimonio de una activista víctima de la brutalidad policial desplegada en Sainte-Soline, hasta recetas de cocina para preparar comedores en lucha, pasando por reflexiones queer, o perspectivas ecofeministas. En él se habla de emergencia climática, de tecnología, de desarme, de colonialismo, de las ZAD (Zonas A Defender) e incluso hay espacio para la poesía.

Unos relatos que nos muestran uno de los gestos políticos clave para superar los límites que se nos imponen al tratar de hegemonizar una estrategia sobre las demás, lo que nos lleva a quedar atrapados en diferentes trampas: la marginalidad y la represión, el bloqueo institucional, la trituración mediática o la impotencia. El gesto de pasar de la defensa de la Tierra en abstracto a la defensa de la tierra con minúscula, asimilando la crítica ecologista y su armazón conceptual haciendo de la tierra la argamasa entre la lucha contra “el fin del mundo” y la lucha “por llegar a fin de mes”.

Nos muestran también que el ecologismo no tiene que conformarse con quedar encerrado en el estrecho y embarrado cuadrilátero de la política institucional ya que ningún Estado va a dejar de ser un aparato represivo para cualquiera que ataque los intereses del capitalismo industrial.

Para ello es necesario generar capacidad autónoma de subsistencia social y material y soberanías populares genuinas a través de la defensa y reapropiación de la tierra, el desarme del capitalismo industrial, la agroecología, el reasilvestramiento y la recuperación de los saberes. Liberarnos, por lo tanto, del yugo del salario y reapropiarse de los servicios que brinda hoy el Estado revirtiendo esa impotencia paralizante y comenzando a reaprender todo aquello que necesitamos para garantizar nuestra subsistencia colectivamente (Almazán, pp.13-22).

Un empoderamiento colectivo que hace aflorar la alegría de Spinoza de “sentir dentro de uno mismo que el poder de actuar se amplifica” (Damasio, pp. 32) y el sentimiento de orgullo por lo que se ha logrado (Base de Apoyo del 25 de marzo, pp.43).

Ya sea por desafección, impotencia, desconocimiento, anomia, o alienación, o por no lograr entrever la posibilidad de un cambio revolucionario, los movimientos sociales se han dispersado en demandas identitarias parceladas, la mayoría de ellas adoptando formas armoniosas con las dinámicas del capitalismo industrial y en muchos de los casos incentivadas por él.

La mayoría de movimientos sociales, muy debilitados y con serias dificultades para fomentar la participación, politización y movilización, se dedican a luchar por sus propios privilegios, normalmente a través de disputas burocráticas, legalistas y dentro de un contexto ya predeterminado por el poder. En este sentido, el ecologismo no es una excepción; mayoritariamente dirigido y dentro de un marco de conservacionismo o de “Shallow Ecology” reformista y excluyente.

Pero ¿qué provoca —en las Sublevaciones de la Tierra y en otros lares— que todos ellos, individuos y colectivos tan diferentes puedan unirse a pesar de las diferencias de afiliación política, de edad, de procedencia como si un nuevo atractor gravitacional hubiera entrado en escena y distorsionado el campo de fuerzas, provocando que las vías de convergencia y de divergencia de la acción política se desplieguen de forma diferente?

Según Morizot, los atractores vitales a todo objetivo político que hagan visibles destinos comunes y alianzas objetivas a través de fronteras ontológicas heredadas, es decir, los ataques y agresiones a la tierra. “Estos ataques hacen emerger atractores políticos cuya originalidad consiste en que nos movilizan en cuanto que humanos, en nuestra condición de seres vivos entre otros seres vivos”. (Morizot, pp. 165-167).

Cada persona está ahí por sus propias razones, pero ahí es donde los problemas de desacuerdo ideológico y la tradicional obsesión por priorizar causas ya no nos dividen realmente. No porque estén resueltas, sino porque pasan a un segundo plano (Morizot, pp.167)

El nexo del activismo para desarmar el colapso ecosocial surge pues, de su vínculo con la tierra, como nos demuestran estas 40 voces por las Sublevaciones de la Tierra: “Sumarnos a la lucha por una reapropiación de la Tierra por la tierra, parcela por parcela, lugar por lugar, zona por zona. Una reapropiación que arrebate la causa de la tierra de las manos de los fascismos y de los nacionalismos, y que salve el espacio de su aprisionamiento en el imaginario político del Estado.” (Viveros de Castro, pp.107)

Como escribe la banda de jazz Blue Monk en uno de los textos, estos grupos de activistas no forman una asociación, federación o alianza, sino que más bien deben ser pensados como una composición. Al igual que en una pieza musical, en estas páginas resuenan una pluralidad de voces, diferentes perspectivas que, de la misma forma que las disonancias en el jazz, no solo se integran de maravilla en la armonía, sino que además le dan calidez, emoción, color, belleza. En definitiva, le insuflan vida.

“Ser un único cuerpo con la maleza, el bosque, el mar, con las
plantas y con los animales, con otras especies y otras formas
de vida: componerse con ellos, aceptarlos, entrelazarse a ellos,
enredarse…” (Damasio, pp.36)

Frente a la crisis ecosocial que vivimos, el aumento de la represión, la alienación y anomia crecientes, frente al auge de ecofascismos y populismos, “frente a la tiranía tecnológica” (Jarrige, pp.119) este libro deviene un rayo de luz entre las tinieblas neoliberales. Es un libro que nos muestra que las ideas no pueden ser reprimidas y que siempre encontrarán quien las defienda, aun poniendo en riesgo su propia vida. Un libro que nos empodera:

“Iniciad una investigación contra las margaritas por invadir el césped
o contra la hiedra por penetrar por donde le da la gana.
Acusad al cielo de hacer caer la lluvia
y contribuir al desbordamiento del río.
Detened a la gaviota por vuelo ilegal.
Decretad una frontera para encerrar el mar,
pedidle a una montaña que cambie su altitud,
intentad impedir que una mujer libre se exprese.”
(Azam, pp.151)

Somos la naturaleza defendiéndose, proclaman por alto las diferentes voces a lo largo de estas páginas. Y nos han regalado este libro. Este libro que es la naturaleza defendiéndose.

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Jordi Climent Botella y Tariq Baig Vila

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