Al contrario de lo que afirman los rumores, la guerra de Troya, cuyo origen se encuentra en una elección estética, no deja de tener lugar. Puesto que si el arte se convierte en objeto de violentas codicias, la belleza, cuyo propio concepto sería cada vez más objetable tanto desde el punto de vista intelectual como político, sigue encontrándose en el centro de todos los desafíos. Pero, ¿qué es la belleza? ¿Cómo comprenderla?
Sigmund Freud admitió no ser de gran ayuda cuando, en 1929, afirmaba al comienzo de El malestar en la cultura: “Por desdicha, (…) el psicoanálisis sabe decir poquísimo sobre la belleza”. Y precisaba: “Al parecer, lo único seguro es que deriva del ámbito de la sensibilidad sexual; sería un ejemplo arquetípico de una moción de meta inhibida”. Lo que no contradice el punto de vista de Salvador Dalí cuatro años más tarde: “La belleza no es más que la (...)