A finales de los años 1970, cuando decidí lanzarme al proyecto de escribir La otra historia de Estados Unidos, enseñaba historia desde hacía veinte años. Era profesor del Spellman College, Universidad de mujeres negras de Atlanta. Había participado primero en el movimiento por los derechos civiles en el sur de Estados Unidos. Luego, vinieron diez años de lucha contra la guerra de Vietnam. En materia de “neutralidad”, estas experiencias aportan poco a un historiador, sea éste profesor o escritor.
Mi sentido crítico se había aguzado sin embargo mucho antes, por la educación recibida en el seno de una familia de inmigrantes de la clase obrera de Nueva York; despues, por tres años de trabajo en un astillero; más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, por mi experiencia a bordo de un bombardero de la fuerza aérea que despegaba de Inglaterra para arrojar bombas en Europa, incluso sobre la costa atlántica de (...)