Las camionetas pick-up barren las calles desiertas, cargadas de fusiles Kaláshnikov apuntando al cielo; el estruendo de las ametralladoras resuena en la noche... En el sureste de Sudán, El Gadarif transmite una sensación de fin del mundo. Esta capital, epónima del estado de El Gadarif y que carece de las infraestructuras esenciales, linda con una larga franja, más o menos segura, por la que circulan a sus anchas grupos armados de todo tipo a pesar de los numerosos puestos de control militares. En el punto donde se entrecruzan las fronteras con Etiopía y Eritrea se encuentra el triángulo de Fashaga, una zona de 250 kilómetros cuadrados de tierras fértiles que se disputan Adís Abeba y Jartum. En este territorio, ya de por sí inestable, es donde han encontrado refugio decenas de miles de civiles que huyen de la guerra que asola el Tigray etíope desde el 5 de noviembre de (...)
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La implosión del etnofederalismo etíope
Tigray, sacrificado en el altar de la reconciliación entre Eritrea y Etiopía
Aplazadas desde hacía un año, las elecciones legislativas etíopes se celebraron el 21 de junio en todo el país, excepto en Tigray. Desde noviembre de 2020, esta región autonomista está siendo devastada por una guerra de una violencia extrema contra la población civil. La participación –al principio mantenida en secreto– de tropas eritreas en los combates pone de manifiesto el nuevo juego político y diplomático de Adís Abeba.
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