“Para defender nuestros intereses en América Latina, hay que alternar la zanahoria y el garrote”.
(Theodore Rooselvet)
En julio pasado, a veinte días de dejar la Presidencia de Colombia, Álvaro Uribe pidió que se convocase una reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), para presentar una denuncia. Según los datos de los servicios de inteligencia y de fotos por satélite proporcionados por el Gobierno colombiano –que nunca fueron suministrados a los medios de comunicación, alegando razones de seguridad nacional– en territorio venezolano y con la anuencia del Gobierno de Hugo Chávez, había 86 campamentos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) colombianos, en los que se alojaban 1.500 alzados en armas, incluyendo a miembros de las cúpulas.
Las reacciones en cadena llevaron rápidamente a la ruptura entre los dos países. La región volvió a asomarse así al abismo de un (...)