“Ladrad, perros, y llenad los valles / De blanco con vuestros horribles lamentos”. En la composición que da título a la colección, el poeta se aprovecha de lo circunstancial para ofrecernos un canto apasionado a lo meticuloso, un improvisado homenaje a la supervivencia de lo efímero. Dejarse llevar por el instante parece crucial a su poética (“En completo silencio montañoso / No hay modo de llegar ahí arriba, ni forma de quedarse”; “Montaña”); impulsa “cierto tipo de entusiasmo” (“A la pintura abstracta”), una inspiración que hace que el estilo fluctúe y se adapte a las distintas fases de lo sentimental.
Podría decirse que el poeta y escritor estadounidense Kenneth Koch (Cincinnati, Ohio, 1925 – Nueva York, 2002) es, literalmente, un escritor ocasional, ya que lo que escribe responde a los acontecimientos y las personas de su alrededor de forma inmediata (de hecho, muchos de los poemas de la antología Perros ladrando (...)