En un café del antiguo centro de Bagdad, los clientes, interrogados sobre el futuro juicio del ex presidente Sadam Husein, adoptan primero un aire grave para recordar los crímenes del dictador o la necesidad de dicho proceso. Después, al cabo de algunas frases, todo el mundo sonríe y mira para otro lado, como si el juicio no pudiera aportar nada serio. Todos están convencidos de que Estados Unidos controla por completo el tribunal ante el que deberá comparecer el ex dictador y que ningún extranjero será acusado, por más que hubiera cometido crímenes atroces en Irak. “Si ese juicio se realiza alguna vez, de lo cual dudo –precisa un profesor–, jamás analizará la cuestión de las relaciones de Sadam con los otros países”. Un ingeniero agrega: “Eso podría revelar muchos asuntos que no le convienen a Occidente”.
Consultado mucho antes por el Departamento de Estado, que jugó un papel clave en (...)