“¿Desde cuándo se ha hecho todo el mundo socialista?”, preguntaba recientemente en portada el semanario New York. Esta publicación tan moderna señalaba que, para muchos jóvenes estadounidenses, “presentarse como socialista parece ser más sexy que ningún otro calificativo”.
Este vuelco puede sorprender. Durante la segunda mitad del siglo XX tenías que ser masoquista para identificarte con esa corriente. Además de exponerte a ser menospreciado y ridiculizado, era algo que te situaba al margen de la escena política. Yo me uní a la organización Socialistas Democráticos de América (Democratic Socialists of America, DSA) en 2007, cuando todavía era un adolescente. Entonces era la organización “socialista” más grande de Estados Unidos, la única representada en la Internacional del mismo nombre (y que abandonó en 2017). En aquella época, el movimiento contaba solo con cinco mil miembros, en un país, el más capitalista del planeta, de 327 millones de habitantes.
En aquel entonces, solíamos reunirnos (...)