Aprender a cultivar judías, coliflores o nabos, elaborar el propio pan (o buñuelos de ortiga), criar gallinas o preparar mermeladas, conservar paquetes de semillas, curarse con aloe vera, tejer un suéter, hacer funcionar un motor diésel con aceite de cocina, recuperar el agua de lluvia y de pozos, lograr que la casa tenga autonomía energética, etc. Todo esto puede parecer inocente, o incluso gratificante. Pero, para los preppers –o adeptos al prepping (“preparación”)–, no se trata de un simple pasatiempo, sino de prepararse para un futuro probable.
Esta “subcultura de estadounidenses que se prepara para el colapso de la civilización” plantea una amplia constelación de preocupaciones. Asocia la idea de “prepararse”, que por lo general se aplica a emergencias como huracanes o terremotos, a todo tipo de crisis, locales o sistémicas.
Cada vez son más numerosos –al menos tres millones– quienes trabajan en planes detallados para sobrevivir al “fin del mundo tal (...)