Debían de ser cuatro o cinco, aunque finalmente eran unos treinta obreros los que nos esperaban sentados unos junto a otros en los bancos de madera que habitualmente se usan en las reuniones sindicales. No todos están afiliados a la Confederación general de sindicatos de trabajadores de Madagascar (Fisema), la primera organización de asalariados del país. En cambio, casi todos están empleados en las empresas textiles de la zona franca de Antsirabe, tercera ciudad de Madagascar, 170 kilómetros al sur de la capital, Antananarivo.
Es en esas islas mundializadas que brotaron en los últimos veinte años, donde se confeccionan –por un salario mensual de 90.000 ó 110.000 ariary (30-40 euros)– los shorts, jeans y sudaderas que se venden en Europa con las etiquetas de grandes marcas. Reunidos bajo el pizarrón del “sendikaf”, en el patio adyacente a la casa del delegado local de la Fisema, los obreros aceptan explicarnos “la crisis”, (...)