En 1917, Félix d’Hérelle publicó en las Actas de la Academia de las Ciencias un breve escrito titulado “Sobre un microbio invisible antagonista de los bacilos disentéricos”, donde apareció por primera vez el término “bacteriófago”, un virus que solo infecta bacterias. D’Hérelle no tenía modo alguno de observar esos agentes (hubo que esperar hasta 1941 para tener la confirmación, gracias al microscopio electrónico, de la condición viral de los bacteriófagos o fagos), pero dedujo a partir de varios experimentos que ese “germen vivo” destruye las células bacterianas.
Desde la década de 1920 se realizaron ensayos clínicos en diversos países: en Brasil contra la disentería, en Egipto contra la peste, en la India contra el cólera. A partir de los años 1930, se comercializaron productos basados en fagos en Francia, el Reino Unido, Alemania y Estados Unidos. Pese a ello, la década siguiente contempló el declive generalizado de la terapia debido en (...)