Si las encuestas son los termómetros que miden la temperatura de una sociedad, Estados Unidos, la nación más avanzada científicamente, tiene fiebre: a 200 años del nacimiento de Charles Darwin, sólo un cuarto de su población entiende que la evolución está tan bien demostrada como el hecho de que el agua es H2O. El resto, en cambio, prefiere cerrar los ojos, desdeñar las montañas de evidencias a favor de la teoría condensada por el naturalista inglés y seguir leyendo literalmente la Biblia. Y pensar, así, que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza y que la Tierra tiene tan sólo unos seis mil años de antigüedad.
Como si el tiempo no hubiera pasado y el siglo XIX no se hubiera despedido y quedado bien atrás, el creacionismo sobrevive. De la mano de fundamentalistas cristianos y grupos políticos conservadores se muestra vivo en Estados Unidos, con epicentros en fundaciones (...)