Esta mañana de enero de 2022, las ráfagas de viento del desierto del Néguev, en el sur de Israel, envuelven al centenar de beduinos congregados para manifestar su rabia. Desde hace décadas, esta minoría, una de las más marginadas del país, denuncia el acaparamiento violento de sus tierras ancestrales por parte del Estado israelí. El motivo de esta protesta: un proyecto de plantación de árboles —ahora abortado— impulsado por el Fondo Nacional Judío (JNF, por sus siglas en inglés), el organismo privado que gestiona la mayor parte de los bosques en Israel. “Llegaron a la aldea de Sa’wa una mañana y empezaron a plantar árboles entre las viviendas para crear un bosque. Era absurdo”, recuerda Jalil al Amur, abogado y defensor de los derechos de los pueblos beduinos del Néguev. Itamar Ben Gvir, el actual ministro de Seguridad Nacional, de extrema derecha, se personó en el lugar para respaldar la (...)