Siendo la democracia un sistema político que se sustenta en la opinión pública, es pertinente, como hace este texto, preguntarse cómo se genera esa opinión, cómo puede pervertirse y de qué modo es interesadamente orientada. Romano analiza las formas en que actualmente se favorece la convicción de que ésta es una sociedad democrática y libre, convicción que se logra mediante la manipulación de las poblaciones a través de la producción de información sectaria y propagandista, de la enseñanza, no sólo escolar, y de otros medios a través de los que se lleva a cabo una violencia simbólica que logra infantilizar a la ciudadanía para crear el estado de sumisión que propicia la servidumbre.
Y todo esto, ¿para qué? Fundamentalmente para producir el soporte legitimador de la legalidad capitalista actual, aquello que hace posible la aceptación acrítica del presente estado de cosas, lo que se obtiene sin que sea notorio el simulacro (...)