El pasado 20 de abril, ni los inversores chinos ni los jubilados británicos sospechaban que la marea negra frente a Louisiana los alcanzaría tan rápido. Allí, once obreros de una plataforma petrolera perdieron la vida; los pescadores de la bahía de Saint Louis, su herramienta de trabajo; la población del Golfo de México, la calidad de su medio ambiente y sus pelícanos pardos. Mucho más lejos de las zonas siniestradas, las autoridades de Pekín y los jubilados británicos conocerían otra clase de perjuicio: sus inversiones financieras bajo la forma de acciones de British Petroleum (BP) perdieron un 48% en dos meses. Los fondos soberanos chinos –los de Kuwait y también los de Singapur– iban a tener que apasionarse menos por las compañías petroleras occidentales…
El caso de los jubilados británicos presenta un interés particular en momentos en que, bajo la presión de los mercados financieros, los Estados europeos “reforman” (es decir, (...)