Unas horas después de haber sido elegido para la presidencia del Partido Laborista el pasado 12 de septiembre, Jeremy Corbyn tomaba la palabra delante de miles de manifestantes reunidos en la Parliament Square, en Londres, para apoyar a los refugiados y para reivindicar el derecho de asilo. Cuando el discurso llegaba a su fin, un grupo de jóvenes militantes vestidos con las camisetas rojas del “Team Corbyn” empezó a formar pasillos para establecer un cordón de seguridad y guiar al nuevo hombre poderoso de la izquierda a través de la encendida multitud de seguidores, de cámaras de televisión, de periodistas y de aficcionados a los selfies.
Tres meses antes, en junio, al final de otra concentración en el mismo sitio, Corbyn se entretuvo en el lugar, distendido, disfrutando de charlar tranquilamente con los participantes. Nada habría podido presagiar entonces que este veterano del Parlamento, figura venerable pero discreta del ala (...)