Entre las diez personalidades preferidas por los franceses se encuentran dos deportistas, dos cantantes populares y dos actores de cine. Pero ningún político, ningún sindicalista, ningún escritor, investigador, ningún “intelectual” o planificador. Todos conocen este escándalo que se repite en los sondeos de opinión, pero nadie se atreve a tomarlo en cuenta para evaluar lo que es la democracia. Se finge creer que “el peor de los sistemas, con exclusión de todos los otros” debe ser éste, el que consagra la alienación o las fantasías de la mayoría. Se pretende que el sentimiento primitivo de la mayoría tiene un valor incomparable porque –ya lo decía Aristóteles– “la voluntad de la mayoría tiene fuerza de ley”.
Sin embargo, cuando las encuestas hacen presagiar resultados inaceptables para la moral (pena capital) o para los lobbies económicos (organismos genéticamente modificados), los gobernantes se cuidan de proponer a la mayoría las opciones importantes. El poder (...)