El verdadero drama de la izquierda laborista –y de la sociedad israelí en general– reside en su impotencia. Las razones que condujeron a la debacle electoral de febrero de 2009, no difieren fundamentalmente de las de la derrota histórica de 1977, cuando la derecha llegó por primera vez al poder.
Esas razones residen esencialmente en las estructuras ideológicas de un movimiento incapaz de ofrecer una perspectiva para salir del doble hundimiento en el neocolonialismo y en el neoliberalismo. Así, muchos israelíes de izquierdas toman conciencia de encontrarse a la cabecera de un enfermo grave, si no moribundo.
Este largo descenso a los infiernos no tiene tanto que ver con el desgaste del poder o la evolución general de la sociedad, sino con la impotencia de la izquierda para gestionar, en primer lugar, la victoria militar de junio de 1967 y luego, la histórica posibilidad de los acuerdos de Oslo de 1993. La (...)