Poco después de que los jefes de Estado y de Gobierno de la zona del euro se reunieran para tratar la situación financiera de Grecia, el 20 de marzo, la canciller alemana, Ángela Merkel definía el margen de maniobra del que disponía el primer ministro Alexis Tsipras sobre el programa que su predecesor de derecha había presentado el pasado diciembre: “El gobierno griego tiene la posibilidad de elegir diferentes reformas que se encuentran en suspenso desde el 10 de diciembre y reemplazarlas por otras, siempre y cuando tengan el mismo efecto”. ¿Pero qué “efecto” justamente?
De la creciente tasa de suicidio –un incremento del 35 % tras las medidas de austeridad de junio de 2011– a los enfermos que mueren por falta de medicamentos, el resultado del tratamiento inflingido por los eurócratas al pueblo griego parece un experimento de dislocación social a gran escala. Este panorama crepuscular ganó en detalles gracias a (...)